facebook accitanosdelaestacion.es Anuncios GOOGLE patrocina © Accitanos de la Estación ® desde 2008 ...
Hola invitado Inicio Yo viví o trabajé en la Estación de Guadix Login 21/11/2024 17:42h
           
Ir Abajo
San Torcuato, por Carlos Asenjo
  • Publicado: 25.05.2009, 23:41
     
    ASandy
    rango:
    Colaborador/a Colaborador/a
    Registrado desde:
     mayo 2008
    Estado:
    desconectado
    última visita:
    13.04.14
    Mensajes:
    513
    LXIII

    SAN TORCUATO, FIESTAS PATRONALES

    Invito a leer este artículo. Te alegrarás de ello. Consigue que otros lo conozcan. Guadix en su actual emplazamiento se debe a San Torcuato?


    Alhorí- Junio- 1960

    SAN TORCUATO, CORREGIDOR DE GUADIX
    Por Carlos Asenjo.

    Por uno de esos extraños misterios, que la historia nos muestra a cada paso, Dios destinó a San Torcuato, para Apóstol, de Guadix. A todo lo largo, de la costa de Levante, había puntos interesantes a donde ir, desde Roma. Al final de cuentas, Adra no era más que una playa anónima. Y, sin embargo es precisamente a las cercanías de Adra a donde pone precisamente a este puñado de hombres. Una vez en tierra, la mole gigantesca de Sierra Nevada es como otro non plus ultra. Pero ellos, como otros españoles, después, no dudan un momento. Se ve que traen perfectamente perfilado su plan de apostolado, porque sin entretenerse en hacer proselitismo en la costa, - las dulces costas de Almería ? sin descansar a penas, saltan la Sierra, hacia el interior. Guadix, es decir la Colonia Julia Gemela, Acci, en su apremiante objetivo, su meta anhelada. El capitán de este grupo de hombres, Torcuato, adivina allí su tierra de promisión. Una tierra a la que hay que ir a través de montes y estepas, tendidas, como las de Canan a orillas de un río.

    Ya, por entonces en la España pacificada y romantizada los judíos abundan tras el surco de los cartagineses y el ambiente cosmopolita del Imperio. Hacía mucho tiempo que se encontraban, en este terrible éxodo, sin fin, con su patria subyugada por un derroche de tiranos. Poco tiempo después habían de ser una plaga de la que difícilmente se defiende la comunidad hispana. Torcuato y sus compañeros, que no podían ignorar esto, viajando desde Roma, estarían impuestos en una amplia información, fácilmente al alcance de su mano, para el mejor éxito de la empresa. Consecuencia de ello es poner a Adra ante la proa de su barco, como Acci en la meta de sus esperanzas y de sus sandalias. La famosa colonia romana es el centro del campo de operaciones proyectado. Estaba situada Acci, en lugar distinto del Guadix actual, más hacia el noroeste, cerca de los ríos Guadix, Alhama y Fardes, en un paraje desierto conocido con el nombre de Guadix el viejo. La ciudad, vetusta y cosmopolita, cargada de recuerdos cartagineses y de soldados romanos, con dos importantes vías del Imperio que se cruzaban en cuatro direcciones fundamentales, saturada de dioses romanos y bárbaros. Aduana obligada de todos los hombres que desde levante se dirigen al interior, abundante y fértil, usufructuaria del derecho itálico, con moneda propia, con la soberbia de colonia mimada de Roma, con el recuerdo de Aníbal y Julio Cesar cabalgando por sus calles, con la opulenta Bébelo de plata?la unidad dijo, no cabe duda que se ofrecería a cualquier visitante, sobre todo si era apóstol, como una policroma empresa, en donde la corrupción y la esperanza producían el vértigo del misterio. Los Varones Apostólicos, saltando la sierra, buscando sobre todas las rutas, aquella difícil que llevaba a Acci es la mejor apología del cosmopolitismo de la Acci romana.
    Llegaron los Varones Apostólicos con ocasión de que los indígenas y los avecindados como tales celebraban sus dioses, Júpiter, Mercurio, Juno? Seguramente que también Isis y Netón?todos dioses extranjeros. Debieron predicarles, por otra parte poco debieron sorprenderles a los accitanos las vestimentas de los visitantes, a ellos precisamente, que estaban habituados a ver pasar, constantemente, extranjeros por las vías del Imperio, a ellos; muchos soldados romanos, que habían pisado todo el mundo conocido hasta importar dioses de todas las latitudes?Los judíos no estarían ajenos?Surgió el altercado, la persecución, el famoso milagro del puente?la mecha, sin embargo estaba prendida. Poco después todo era una hoguera. La Colonia Julia Gemela Acci, objeto de sus ansias, estaba conquistada?

    La cosa después fue complicada en el quehacer de cada día. La antiquísima Acci, vetusta y fiera, anudando la sensibilidad del valle con la esperanzas de la sierra, con un libertinaje de arena y de sol, en sus ríos, montada con bloques paganos, con leyendas y aventuras, se vio impresionantemente frenada, girada con vértigo hacia otro norte. En la Colina, pintoresca y cosmopolita- en donde los dioses alternaban con los grecorromanos y con los semitas en una democracia ecuménica, San Torcuato no dejaba de ser el advenedizo, con ansias de monopolio y sacrificios hasta nunca escuchados, que un imprescindible y misterioso suceso había, en el puente atado a la ciudad. La Colonia, con sus fueros y su soberbia, nunca olvidaba del todo. Torcuato, en ella, desmontando desde su bastiterio aquel mundo pagano, era el más bárbaro de los bárbaros.
    Sin embargo la Catedral de Acci se iba agarrando a la tierra, y las aguas del Valle van alumbrando cristianos nuevos. Pero el apóstol ha de ir más allá de estas funciones espirituales. El Apóstol se ha de solidarizar con el pueblo, con la comunidad secular vinculada al agro, con los indígenas subyugados, con los problemas locales. Torcuato es, sobre todo, el Apóstol del pueblo liso y llano. Y enfrente todo el mundo advenedizo titubea, pensando en sus fueros y en el Emperador, y en prejuicios camuflados con estas razones. Están los judíos escandalizados por el Nuevo Testamento, con su rencor concentrado en este hereje de su concepción mesiánica, están los romanos, desconcertados por esta nuevas ideas al margen de sus dioses tradicionales, están los legionarios que no recuerdan haber oído cosas semejantes en su larga milicia? Torcuato, ajeno a los prejuicios de todos estos, condenado de mucho tiempo atrás, desde que sonó por vez primera su palabra en la ciudad, continua laborando la arcilla de este pueblo, que le pide el agua y la salud. Además de Padre de la comunidad religiosa tiene que ser padre de la comunidad civil, protector del pueblo de sus problemas temporales y colectivos, taumaturgo del Gobierno de cada día?Torcuato ha de entretenerse en la fertilidad de los campos, en las vías de comunicación, en las escaceses de alimentos, en las epidemias? Torcuato así, mas que el Apóstol y el padre de cada uno de los accitanos, es el apóstol y el padre de la comunidad reunida. Y así se observa como lo atestigua la tradición y el día de hoy, que todo su culto ha sido siempre el culto de la muchedumbre más que de cada uno de los hombres de ella. San Torcuato, más que el patrono de cada guadijeño ha sido el patrono de Guadix, y el culto que ha recibido, su grande y mejor culto, ha sido más el de la ciudad que el de las personas individuales. Por eso también sus gracias han tenido sabor colectivo. Sus milagros han sido milagros con repercusión general - como la lluvia y el sol, que, cuando él los ha enviado, los ha enviado para todos. Es decir que Torcuato era el auténtico padre hecho a imagen del Evangelio.
    Sin embargo lo asesinaron a palos o pedradas. Pero él, sobre su tumba, dejó, durante siglos, dejó crecer un olivo que daba flores y aceitunas en 48 horas. Era el testimonio tangible de su resolución decidida de ser taumaturgo de todos los problemas temporales y espirituales de Guadix.

    La ciudad vieja, la colonia Julia Gemela Acci continuó en el antiquísimo lugar que Gerión le señalara en la mitología. Pero el mismo horror hacia aquellos que habían asesinado al Santo, las persecuciones y el escándalo de la corrupción del Imperio, hicieron sentirse molestos a los nuevos cristianos. Buscaron nuevo asiento en las tierras que ocupa Guadix hoy. Fue surgiendo así una ciudad nueva, una futura Santa Fe, en donde los dioses del imperio no se enseñoreaban en sus calles ni los prostíbulos escandalizaban a las vírgenes. Allí, aquí, se edificó una Basílica visigoda, sobre los huesos de los mártires. Los moros la hicieron mezquita, para después volver a ser Catedral gótica, y, más tarde, esta Catedral Barroca que todos conocemos.

    Guadix, así, llevada a otro río, se aposentaba en la historia y en la geografía. La ciudad surgía entre las arcillas rojizas y los grises del cielo, cargadas de ilusiones. La catedral y su coro de Torres, con sus campanadas melancólicas, eran el abrigo, y la nostalgia de la ciudad. La ciudad, con ilusión de monacato, tras la reconquista se va a trocar en convento, en convento donde ni el árbol ni la plaza puede eclipsar la Iglesia. La ciudad solo tiene ilusión para esa Catedral, testimonio tangible para sus propósitos, y altavoz perenne de San Torcuato. El ambiente se hace místico y melancólico. Guadix, más que una comunidad natural, es un convento con una regla, una obra de voluntad y una misión de destino. De esta manera el Obispo viene a ser una institución más arraigada y trascendente que el Corregidor, como también lo es más la Ermita que el Mesón, teólogo que político. El clérigo va, el primero, tejiendo la música, de los rincones, de la cultura?La ciudad huele a liturgia. Y la música de las campanas es quien le da su máxima plenitud, su mejor y más íntima capacidad de ser?

    En este Guadix las fiestas no eran, no podían ser otra cosa, que un constante derroche de Santos en procesión. Los Santos paseaban por las calles, como ahora las muchas en las tardes de domingo. Los santos estaban para todo, para la lluvia, para ahuyentar la peste, incluso para el mejor éxito de la Constitución en 1812. San Torcuato capitaneaba a todos los santos callejeros. El es, sobre todos, quien ha de solucionar los problemas, más políticos que religiosos. Los problemas del campo y de la industria, del Hospital real, de la sanidad municipal de la sequía. Así, sin darnos cuenta había hecho Guadix a San Torcuato, además de primer Obispo también primer Corregidor de la ciudad. Por eso lo hallamos con más frecuencia que en la lenta elevación de la Catedral, resolviendo problemas municipales.

    La determinación de la Archicofradía de San Torcuato de dar el título de Hermano Mayor de Honor, a perpetuidad, al Acalde de la ciudad, por el tiempo fuere, no hace más que dar carácter a un hecho natural. Los 200 caballeros que se repartieron Guadix, por gracia de los Reyes Católicos, eran hermanos de San Torcuato. Ellos eran la ciudad. E igual que ellos fueron sus descendientes, permanentemente, hasta la guerra de la Independencia que tanto nos quitó. La ciudad, esa ciudad que no cambia con el tiempo ni con los ferrocarriles, ni con la política, ni con la moda, ha amado siempre profundamente al Santo, ha gemido calladamente las pesadumbres del Santo, se ha impacientado incluso porque el Santo tiene con frecuencia más paciencia de la que creemos prudentemente tener. Más que de los accitanos el Santo es de la ciudad de Guadix. Por eso, cuando este patrimonio de San Torcuato, ha visto al Sr. Alcalde en la parentela formal de San Torcuato se ha alegrado en lo más profundo de los huesos de esos mártires que son el cimiento de la urbe y de la ciudad. Era un acto de justicia, ciertamente. Y también de amor. Porque la ciudad dejándose moldear en la mano del Apóstol, haciéndose objeto de sus milagros, añorado la flor y el aceite del Santo, proporcionándole la ira y la sonrisa, el martirio y la esperanza, bien digna se había hecho a ratificar con la legalidad lo que la sangre de San Torcuato había hecho naturalmente.
    Hoy es un gran día para Guadix, porque de una manera real, el Ayuntamiento forma en las huestes del Patrono. Esta ciudad que es sobre todas las cosas patrimonio exclusivo del Santo, porque fue levantada con su aliento y su recuerdo, porque fue ideada como claustro exclusivo de amor por él, porque esto más que ciudad es una catedral con casas, comercios y cines, a la vez que se hace justicia a sí misma hace justicia al Santo. Porque esto es tanto como devolver al apóstol aquella vara de Corregidor que en el año 1624 le entregara su poseedor D. Juan de Pizarro y Aragón cuando hizo de San Torcuato Gobernador, con él, del corregimiento. D. Juan Pizarro no era ni beato ni tonto, sino más bien todo lo contrario. Consciente de los problemas que agobiaban a la ciudad por dentro y por fuera, convirtió a San Torcuato no en mero tenedor simbólico de sus atributos de mando, sino que lo hizo, como antaño, práctico y efectivo gobernador de la ciudad. Cuantos problemas se le planteaban, dejábalos, cuanto podía, al margen de la autoridad real, poniéndolos a los pies del Santo y sacaba a este cuantas veces era necesario por calles y campos para que se hiciera mejor cargo del aprieto y resolviera. El santo efectivamente comprendía mejor y resolvía. Hubo de hacer el santo, otra vez, de taumaturgo, que esta es en definitiva la principal dicción del que gobierna: ser un milagrero de la cosa pública. Y el municipio, llevado por los dos Corregidores, fue saliendo de aquel laberinto en que se había trocado España a partir del siglo XVII. En nuestra ciudad, mísera y agobiada, San Torcuato fue quien resolvió el problema de la langosta que nos asaba. Y los tabardillos que esquilmaban al pueblo?San Torcuato hizo de ingeniero, de pararrayos, de comerciante, de limosnero? San Torcuato hizo, sencillamente de padre, porque era buen Obispo y Corregidor.

    Por eso ahora, metido el Corregidor en las huestes de San Torcuato, hecho otra vez el santo dueño y señor de la heredad perpetua, yo le diría al Sr. Alcalde que copiara de aquel Corregidor. Que sin perjuicio de dar al César lo que es del César, ponga muchos de los problemas de que suponemos estará sobrado en la manos de ese corregidor perpetuo que es San Torcuato para Guadix. Y que trate de sacar el Santo cuantas veces sea necesario, como antaño, para que mejor se haga cargo de los problemas del agua en Guadix. ¿Cómo las aguas, aunque sean potables, no se le encomendaron?... El camino de San Torcuato era más breve que el de la Administración pública. Y como este cualquier otro.
    Episcopal San Torcuato. Padre de España, Patrono y Corregidor de Guadix, se muere de aburrimiento, se muere porque le pidamos algo, se muere por vivir entre nosotros, entre nuestros problemas, entre la angustia de nuestra esperanza. Se muere, Sr. Alcalde, por cambiar, en beneficio de todos, la mitra por el sombrero de tres picos.

    Nota del Administrador
    Este mensaje ha sido trasladado de su emplazamiento original en "Bellos Recuerdos" donde ha quedado una copia del mismo.